abril 25, 2013


Me dormí. De haber podido estar en Buenos Aires quizás hubiera estado en la calle, frente al congreso, hasta la hora que fuera. Pero "el modelo" (no tenía un mango) me lo impidió y me dormí mirádolo por televisión.
Sin otra solución, me tuve que conformarcon onfiar en mis compatriotas apostados con firme decisión frente al congreso. En esos millones de compatriotas que tienen la ventaja de estar donde se toman las decisiones que afectarán a país entero y que allí estaban, tan firmes... 
Bueno, no tan firmes.
Cuando me desperté hoy lo primero que hice fue encender la tele para enterarme si había terminado todo o si el resto del país teníamos que salir también a la calle a dar una mano a los que gritaban en Buenos Aires y a mostrar que no eran solo unos caceroludos de algún barrio cheto de Baires. 
Bastó un titular y un pequeño zapping por los canales de la "opo" para saber que habíamos perdido. No, que nos habíamos rendido.
En 1999, y con casi el 50% de los votos, asumía el gobierno de De La Rúa. A días de cumplirse los dos años de gobierno, nadie pensó en las instituciones, en dejarlo terminar, en que había sido electo por la mayoría. Nos metieron la mano en el bolsillo. Había que pedir la cabeza de todos. Que sepan que a los argentinos nadie nos roba tan descaradamente y que si se quieren robar la patria entera que laven la guita de la obra pública como hace cualquier gobierno decente. 
Pero en la cara y con un decreto no, eso era imperdonable. Quedarse con los ahorros era el límite a la institucionalidad y la democracia.
Hoy, la vergüenza de ser argentino es grande. Mayor aun que la crisis de fines de 2001 o cualquier escándalo de este gobierno.
Más grande que la patria que nos parió. 
La Plaza se llena cuando no podemos comprar dólares o viajar al exterior. Anoche, se fueron a dormir. 
Hoy han destruido la república. Hoy fuimos la generación que dejó que destruyeran la República Argentina. Hoy somos los que dentro de diez años vamos a decir "yo no la voté" o "yo estaba gritando en la calle para que no lo hicieran". 
Pero es mentira, somos los que hacemos explotar las redes sociales mirando a Lanata el domingo a la noche, los que compartimos fotos graciosas (¡porque encima nos parece gracioso!) sobre los impresentables que se llevan bolsos y bolsos de dinero.
Si, reírse de Karina Jelinek es divertido, pobre boluda que no entiende nada y nosotros todo. ¿Nosotros sí entendemos? Ahora si me causó gracia.
Las generaciones futuras sentirán vergüenza de nosotros. Y con mucha razón.
Seremos, para la historia, la generación que volteó a un presidente cuando nos limitó el acceso a los ahorros , pero que se quedó callada cuando nos quitaron la Constitución y nuestros derechos básicos. 
Porque esto recién empieza. Ahora es fácil imaginar lo que sigue con este gobierno criminal y sin Poder Judicial que nos defienda o, al menos, les meta una pequeña duda o temor a estos delincuentes.
Me da vergüenza ser parte de esta generación de argentinos. Y ojalá a ustedes también.
Finalmente, el Kirchnerismo tenía razón sobre los caceroludos. Gritan para ir a Miami. Y ojalá se vayan. Y no vuelvan. 

Bunos Aires nos dejó solos. Estaban ahí, tenían que gritar, romper, empezar el ruido hasta que los demás (al menos el que puediera pagarse un boleto) llegaran. Pero se fueron a dormir. 

Para terminar, solo una cosa más: que nadie vuelva a quejarse. De nada. Porque no nos ganaron ellos, perdimos nosotros, nos rendimos, vendimos la patria por el subsidio, el plan, la asignación universal por hijo y el fútbol para todos.

Nos merecemos diez años más de Kirchnerismo. Y bien calladitos la boca.

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