mayo 02, 2013

Tres almas

en memoria y reinvidicación 
de Enoch Soames.





Me había sentado junto a una de las ventanas del café en el que nos juntábamos con otros escritores de la cuidad. Me gustaba llegar antes que el resto, cuando todavía era de día y pedirme un café antes de formar parte del bullicio de la tertulia.
Yo no era de los mejores, pero sí de los más ambiciosos, y persistentes. Los demás eran no solo más jóvenes sino también más inteligentes que yo y lograban si en el menor esfuerzo páginas mucho mejores que las mías. 
La tarde de la que quiero hablar el Diablo, el mismísimo Diablo se me apareció de pie frente a mi mesa.
Sin pedir permiso se sentó y cumplió con la ya conocida formalidad de presentarse a sí mismo y explicar el clásico trato del intercambio de almas por favores.
─¿Puedo ofrecerle algo? ─dijo y me miró con sus ojos de fuego. 
─Quisiera viajar al pasado. Déjeme que le explique: soy escritor. Uno de los tantos escritores desconocidos que andan por el mundo esperando su momento de gloria. Y usted puede ayudarme con eso. Si me llevara al pasado, yo podría publicar con mi propio nombre cualquier libro antes que lo haga su verdadero autor. Publicaría dos o tres títulos que hoy gozan de cierta fama y así sería hoy un escritor de fama mundial.
El diablo se quedó pensativo un segundo, haciendo algunas cuentas, hasta que al fin habló:

─Mire, lo que me está pidiendo no puedo hacerlo... quiero decir, sí, sí puedo pero es muy difícil y no tengo tantas ganas para serle honesto. Así que mejor haremos lo siguiente: yo lo llevo al futuro, usted allí copia los libros que serán un éxito y a la vuelta, ya otra vez en el presente, los publica antes que lo hagan sus propios autores. ¿Qué le parece?
─Que son cosas parecidas, pero diferentes. Si puede hacerlo así entonces ¿por qué no como lo sugerí yo?
─Mire, de la forma en que usted lo propuso se vuelve más complicado. Llevarlo hacia el pasado o hacia el futuro es un esfuerzo similar pero déjeme decirle que las consecuencias no son las mismas. Si lo llevo al pasado y usted hace todo como dice, yo debería, además, modificar todo el presente para que esas obras, que hoy se atribuyen a ciertos autores, se le atribuyan a usted. Si lo hacemos como yo sugerí, evitamos esa consecuencia y es menos trabajo para mi.
─La pereza es un pecado capital ¿sabía?
─Soy el Diablo, ¿recuerda? Si no puedo pecar yo entonces ¿quién?, digame usted.
─Tiene razón.
─Siempre la tengo.
─Claro, es el diablo.
─No, porque soy viejo.
─Ah, el refrán era cierto...
─Así es....le ruego no se demore tanto en la conversación que no he venido aquí a hacerme su amigo y menos aún su cura confesor... podrá imaginarse.
─Eso depende, ¡si viera a algunos curas!
─Los veo, quédese tranquilo. Deje de dar tantas vueltas que quisera terminar con este asunto para irme rápido. Bastante que me he tomado el trabajo de venir aquí a discutir con un imbécil como usted. Tengo tanto para hacer y usted buscando pelos al huevo. Sea, al menos, agradecido y apure esa desición. ¿Viene al futuro o se queda sentado en el presente?
─Es que hay una diferencia entre lo que yo pedí y lo que usted propone. Si vamos al pasado, a la vuelta yo ya sería un autor conocido y famoso por todo el mundo, pero yendo al futuro, solo tendré la seguridad de serlo en el futuro, quizás unos cien años cuando ya esté muerto.
─Mire, si sigue encendiendo cigarrillo tras cigarrillo va a estar muerto mucho antes. A ver si lo entiende así: yo lo llevo al futuro y usted copia lo que mejor le sirva. Si quiere ser famoso por siempre entonces copia las grandes obras, si quiere fama rápido, se copia algún librito de moda y a la vuelta se llena de dinero y me deja de molestar a mi con tanto capricho infantil. Así que decida rápido si viene al futuro o se queda sentado acá.
Lo quise pensar un momento, pero enseguida el Diablo empezó a bufar y amagó con levantarse para irse.
─¡Está bien! ¡Vamos!


De todo lo que ví en el futuro podría contar muchas cosas. Pero contaré solo lo esencial a mi historia. Por todos lados veía la forma transparente, etérea, de mis colegas escritores. Y no solo ellos, músicos, artistas plásticos, todos mis contemporáneos más reconocidos andaban por allí observando el futuro.
Cuando finalmente logré salir de mi asombro y sintiéndome algo estafado, pregunté:
─¿Cómo es que todos están aquí también? ¿Acaso a todos nos ofreces lo mismo? ¡Me has estafado! ¡Te entregué el alma a cambio de nada!
El Diablo me miró ya fastidiado en serio.
─Mire, no lo he engañado. Usted pidió esto y yo cumplí. Y para que sepa, ninguno de esos colegas suyos me ha venido el alma.
Notando mi asombro, mi desentendimiento total del asunto, entendió que debía explicarse un poco mejor.
─Verá, todos esos artistas que usted ve no han necesitado de mi ayuda: son, simplemente, artistas verdaderos. No necesitan de trampas, son capaces de adelantarse a su tiempo por sí mismos y crear sus obras a partir de su propia genialidad. En cambio usted, Zampatti, ¡usted es un mediocre que no puede ver ni sus propias narices! Usted necesita de metáforas tan vulgares como esta historia ─¡que de hecho hasta la ha robado!─ para explicar lo que un artista es y hace. Nadie lo ha engañado, bueno, salvo el "de arriba", que lo ha dejado creerse un artista, pero nada de lo que yo pueda decir contra Él ustedes lo van a tomar en serio. Hágame el favor de robar lo que quiera robar del futuro y volvamos. Que su compañía no es precisamente un placer.
Sentí una gran tristeza.
─Volvamos ─dije.
─¿No va a llevarse nada?
─No, ya no me interesa nada.
Volvimos sin decir una palabra en todo el viaje y otra vez estábamos sentados en la mesa de aquel café, frente a frente, yo mudo y el mirándome.
─Bueno, usted gana. Puede llevarse mi alma.
─No hay prisa, cuando muera hablamos.
─No tengo ganas de quedarme, cobre su deuda ahora y terminemos esta fantochada.
El Diablo me miró.
─Mire, Zampatti. No es algo que suela hacer mucho pero haré una excepción. Finalmente, usted no obtuvo nada de todo esto, nada bueno quiero decir. Y aunque parezca mentira, tengo un corazón. Usted ya pagó demasiado caro todo esto. Y además que su alma tampoco vale tanto como para andar quedando yo como el malo de la película por tan poca cosa. Le voy a hacer precio: con  su tristeza me doy por pagado.
Se levantó y comenzó a abrigarse para salir a la calle.
─Ah ─ dijo antes de salir ─no se preocupe que el café lo pago yo.
Y haciendo un gesto que el dueño ya conocía y entendió rápidamente cruzó la puerta y salió. Yo estuve allí no sé por cuánto tiempo. Cuando comenzaron a llegar los demás escritores inventé un malestar de no recuerdo qué y me fui.





La inteporlación de la frase "─¡que de hecho hasta la ha robado─" ha despertado algunas suspicacias entre personas del ambiente. Hay quienes consideran que no es este el relato verdadero sino que es una versión maliciosamente modificada para ocultar la verdad y que esa frase es un guiño del autor, en su deseperación ante el engaño, por revelarnos los verdaderos hechos tal como ocurrieron. En consecuencia, se supone la existencia de una versión inédita y desconocida de este relato en el que el Diablo acepta el pedido del autor tal como este lo propone y lo lleva al año 1919.
Mucho se ha discutido sobre esto y existen algunos puntos de vista que resulta interesante mencionar.
Quienes sostienen la existencia de esta versión afirman que el autor fue engañado por el Oscuro ya que el relato que pretendió robar en el pasado fue igualmente publicado por su autor, Max Beerbohm, en el libro "Seven men" de 1919.
Dejaremos de lado los aspectos más leguleyos de la discusión sobre si el el autor debió especificar en su pedido que el diablo debía asegurar la no la publicación de la obra en el pasado,  si este detalle significa un incumplimiento que anula automáticamente el trato o sí, de todos modos, el Señor del Averno se adueñó del alma del autor.
Sí mencionaremos, en cambio, la aparición de un tercer grupo en la discusión, defensores también de la existencia de esa versión inédita, que afirma que Beerboohm también fue víctima del mismo engaño ya que la obra pertenece en realidad a un tal Enoch Soames, a quien el autor anglosajón utilizó como protagonista y que también habría sido engañado de un modo similar.
La discusión lleva tiempo y presumimos que no podrá resolverse en años, si es que se resuelve. Sin un documento que prueba la existencia de una versión diferente, o la existencia real del hasta ahora personaje ficticio Enoch Soames, dificlmente podrán ponerse de acuerdo los involucrados en la discusión.
En lo personal creo que, estando de por medio el mismo Diablo, jamás encontraremos la verdad.


Encantos y desencantos de hacer literatura.

"[El Gobierno] avanzará en la prohibición para la importación de libros y publicaciones. Sucede que [...] considera que no se cumplió el pacto que marcaba que en un plazo de no más de un año las editoriales tenían que producir la misma cantidad de libros dentro del país que las que se importan."
(Diario Fortuna:
http://fortunaweb.com.ar/2013-05-02-120805-moreno-restringe-aun-mas-las-importaciones/)

Y uno no sabe dónde ponerse. De un lado, el claro y cierto fascimo no permitir la entrada al país de libros (algo que no ocurría desde la última dictadura militar). Del otro, la misma actitud mercenaria de siempre.
Entre los fascistas del gobierno y los delincuentes de las editoriales (recordemos que la usura es un delito condenado por las leyes de nuestro país, y ni hablar de la explotación) quedamos (léase: morimos de hambre) los escritores.
La pregunta que primero me llega es ¿quién carajo nos representa? Ni el gobierno, esto lo vemos, ni las editoriales, esto lo supimos desde que empezamos a escribir.
En Argentina, la publicación de un libro (hablo de una obra literaria no comercial) es una rareza más parecida a entregar una adolescente atada a un violador que a un acto de cultura.
Los costos son altísimos, imprimir un libro hoy es un lujo que solamente Dalma Maradona (nadie podrá explicarnos jamás en qué clase de sociedad enferma eso es una "escritora") y los mejores exponentes de la TV basura pueden pagar.
Pero el problema no es lo inaccesible de los costos. El verdadero problema es que estos no son una consecuencia natural del trabajo de edición o impresión (en otros paises los costos no llegan ni a la mitad de los números que manejamos aquí en Argentina) sino que son, en igual medida, consecuencia de dos problemas de la sociedad argentina.
En primer lugar, la situación económica estilo "Titanic" de un gobierno inútil y corrupto. Mientras las políticas económicas han destruído la capacidad de consumo de la población, desde las políticas culturales y vinculadas a la educación (des-educación mejor dicho) se ha acabado con ese grupo de bichos raros que leían y leían bien. Por poner un ejemplo muy claro, con los 60 millones de euros del caso de lavado y fuga de dinero que se descubrió en las última semanas se hubieran podido editar, al menos, ¡84.000 libros de autores independientes! Pero desde el Gobierno se escogió llevar ese dinero a paraísos fiscales en cuentas a nombre de altos funcionarios del propio gobierno.
En segundo lugar, por la avaricia desmedida e inmoral de los editores que se llevan alrededor del 95% de las ganancias totales de cada ejemplar que, como si fuera poco, es vendido con el mayor sobreprecio que pudiera imaginar cualquiera de esas ratas.
Para que el lector lo entienda más fácil. La editorial Siglo XXI, por poner un ejemplo rápido y sencillo, no puede estar teniendo de costo, por cada ejemplar de Eduardo Galeano, más de 35 o 40 pesos argentinos. Ese es el costo que tendría yo, simple mortal, para imprimir un libro de esas características e ingresarlo al circuito a través de alguna distribuidora. Una editorial de esa magnitud debe estar, actualmente, por la mitad de esos costos, sin embargo, el precio de venta de cada ejempar es de 120 pesos argentinos ("apenas" cien en alguna feria del libro medianamente decente). Obtienen, por cada ejemplar vendido, una ganancia superior a 3 veces el costo de producción. O sea, remarcan los libros con más del 300% de ganancia, mientras pagan a los autores de 2 a 3 pesos por ejemplar vendido (esto en casos como el de Galeano, ya que los autores no famosos no llegan a cobrar 1 peso por ejemplar vendido ni agotando la edición completa).
Hay también un tercer factor en todo esto. Alguien dijo que lo peor de las injusticias es el silencio de los buenos. Y también somos cómplices todos aquellos que escribimos. Sí, todos. Especialmente aquellos que viven esperando el milagroso mail de una editorial que, sin ninguna necesidad ni convenciencia propia (entiéndase en tono irónico, por favor), nos haga el favor de tirar en las librerías (sin publicidad ni nada que se parezca) unos doscientos o trescientos ejemplares de lo que tuvimos el coraje de escribir. Sin regalías, sin adelantos ni nada que se aprezca a un ingreso en dinero.
No importa si el autor estuvo tres años para dar forma a algo medianamente decente, ellos pagan, cuando la edición se agote (algo que no suele pasar para un primer o segundo libro, sépalo el lector), centavos por cada ejemplar.
Y nosotros nos quedamos callados. Esperando como animales de presa la oportunidad de estampar una firma que hemos ensayado por años (debe ser una firma propia de un literato para no quedar con la sensación de ser un pobre diablo más) y sonriendo con la foto de fingida postura de intelectual o poeta en la contratapa.
Será que el optimismo no es para intelectuales, sensibleros o bohemios que uno espera, como un milagro, que sea el público el que un día se canse de todo esto y no vuelva a pisar una librería y solo compre libros a autores independientes que no acetan ser parte de ese juego perverso en el que el escritor para por escribir, el lector paga por leer y la editorial gana por... por... ¿por?
Ojalá un día pase. Es cada vez más difícl creer que seremos los escritores los que salgamos a defender, contra nuestros propios intereses, nuestros propios intereses.