2 de abril, 2014
Que las Malvinas son argentinas es un mero acto discursivo sin ningún tipo de concordancia con la realidad: un gesto vacío como casi todos los movimientos políticos de Sudamérica en los últimos siglos.
Lo que en verdad esconde este gesto es la mera necesidad de apropiarnos de algo más que de un pedazo de tierra: es apropiarnos de una forma de hacer política que siempre ha sido usada en nuestra contra, hacer a los demás lo que los demás hacen con nosotros: imponerles condiciones a los que siempre las impusieron.
Reclamar nuestra soberanía sobre Malvinas es más un acto de revanchismo, de resentimeinto, que de argumentos o derechos reales. Ningún pueblo debe imponer su voluntad sobre otros pueblos. De eso se trata la soberanía: de autodeterminación. Dejar que cada pueblo decida su propio destino. Reclamar en nombre de la soberanía de un pueblo la violación de la soberanía de otro pueblo es, en todo sentido, imperialismo, colonialismo.
Exigir el reconocimiento de nuestra soberanía sin reconocer la soberanía ajena es, cuanto menos, contradictorio.