(Présteme el hombro, querido Raúl:)
si la gente se vuelve mediocre, entonces los escritores debemos prepararnos para no vender ni un libro y morir en el anonimato,
pero nunca volvernos mediocres.
abril 13, 2015
Galeano murió a mediados de los ochenta
Cortázar lo descubrió a fines de los sesenta. No sé si lo buscaba. Creo que no, que la terrible faena de componer Rayuela lo "secó". La cosa es que el buen Julio no escribió una página genial después de los últimos años de esa década.
Galeano cuenta, en una carta a un editor amigo allá por el '86, que había descubierto una nueva forma de escribir: textos cortos, de no más de una carilla, que apuntaran directo al corazón de la gente.
Eran los ochenta, mediados de los ochenta y con un contrato lujurioso en el cajón del escritorio y su cómoda casita en la playa de Barcelona ya tenía terminados dos de los tres tomos de "Memorias del fuego."
Galeano aprendió que la gente no compra literatura. Entonces dejó de hacerla. Se escondió en textos cortos, no aptos para diabéticos, en historias imperdonables sobre una medalla con forma de estrella encontrada en el suelo el día que nació Maradona, o la historia de un pobre bicho recuperado de la calle por una viejita que no tenía ni para comer ella pero repartía su pobreza entre los dos.
Galeano se suicidó a mediados de los ochenta. Porque no murió de muerte natural (como el buen Julio que ya había dado demasiado) ni fue asesinado por sus herederos (que un buen escritor no debe tenerlos jamás): Galeano decidió dejar de escribir para dedicarse solamente a vender.
Es mentira que haya muerto hoy. Murió hace treinta años cuando asumió su papel de empleado de las editoriales multinacionales más perversas que podría haber denunciado el Galeano vivo de los setenta.
El autor de las Venas y otras genialidades como Patas arriba o Días y noches de amor y de guerra confesaba sentirse culpable por haber sobrevivido a la violencia de los militares mientras tantos compañeros quedaron en el camino. Pero nunca demostró culpa por la indecencia de suicidarse ahogado en la guita que los conquistadores le ofrecieron.
Escribió, tambien por aquellos años, que la censura no había desaparecido: solo había mutado. ¿No es censura, preguntaba, que la gente no acceda a los libros aunque se permita que estos se editen?¿No es censura también que la gente no pueda comprar los libros que ahora sí podían editarse?
Sí, Eduardo, es censura. Y los libros de Galeano son los más caros en promedio por página escrita. Aunque la mayoría de sus páginas sean solo dibujitos.
Galeano murió a mediados de los ochenta. Su cadáver, su exquisito cadáver bañado en el oro robado a los pobres de Latinoamérica para los que decía escribir, murió hoy.
Cortázar lo descubrió a fines de los sesenta. No sé si lo buscaba. Creo que no, que la terrible faena de componer Rayuela lo "secó". La cosa es que el buen Julio no escribió una página genial después de los últimos años de esa década.
Galeano cuenta, en una carta a un editor amigo allá por el '86, que había descubierto una nueva forma de escribir: textos cortos, de no más de una carilla, que apuntaran directo al corazón de la gente.
Eran los ochenta, mediados de los ochenta y con un contrato lujurioso en el cajón del escritorio y su cómoda casita en la playa de Barcelona ya tenía terminados dos de los tres tomos de "Memorias del fuego."
Galeano aprendió que la gente no compra literatura. Entonces dejó de hacerla. Se escondió en textos cortos, no aptos para diabéticos, en historias imperdonables sobre una medalla con forma de estrella encontrada en el suelo el día que nació Maradona, o la historia de un pobre bicho recuperado de la calle por una viejita que no tenía ni para comer ella pero repartía su pobreza entre los dos.
Galeano se suicidó a mediados de los ochenta. Porque no murió de muerte natural (como el buen Julio que ya había dado demasiado) ni fue asesinado por sus herederos (que un buen escritor no debe tenerlos jamás): Galeano decidió dejar de escribir para dedicarse solamente a vender.
Es mentira que haya muerto hoy. Murió hace treinta años cuando asumió su papel de empleado de las editoriales multinacionales más perversas que podría haber denunciado el Galeano vivo de los setenta.
El autor de las Venas y otras genialidades como Patas arriba o Días y noches de amor y de guerra confesaba sentirse culpable por haber sobrevivido a la violencia de los militares mientras tantos compañeros quedaron en el camino. Pero nunca demostró culpa por la indecencia de suicidarse ahogado en la guita que los conquistadores le ofrecieron.
Escribió, tambien por aquellos años, que la censura no había desaparecido: solo había mutado. ¿No es censura, preguntaba, que la gente no acceda a los libros aunque se permita que estos se editen?¿No es censura también que la gente no pueda comprar los libros que ahora sí podían editarse?
Sí, Eduardo, es censura. Y los libros de Galeano son los más caros en promedio por página escrita. Aunque la mayoría de sus páginas sean solo dibujitos.
Galeano murió a mediados de los ochenta. Su cadáver, su exquisito cadáver bañado en el oro robado a los pobres de Latinoamérica para los que decía escribir, murió hoy.
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