Fantasía menor en blanco y negro.
La ciudad estaba muerta. Pero aún así ni un fantasma con quien tomarse una copa podía encontrar uno en las calles. Una mujer que cruzaba la calle saltando entre los charcos me distrajo. Se parecía tanto a ella que no pude dejar de observarla hasta que al fin la tragó la noche. Me volví, me metí en el primer café que encontré. Una linda muchacha trabajaba de mesera y me trajo de vuelta su recuerdo, y la carta. Estudié durante unos cinco minutos la lista de cafés que se repetían en casi todo salvo en nombre y precio. Pedí uno negro, amargo. Encendí un cigarrillo y me dejé llevar por la ventana que dibujaba una calle, una noche, una lluvia, una ausencia.
Me propuse un monólogo interno sobre algún partido de fútbol, o quizás un libro. Enseguida me venció su recuerdo.
La ciudad estaba muerta. Y el único fantasma con quien tomar un trago tenía el nombre de una mujer.