mayo 10, 2012


Silencio, alma,
que escucha el enemigo.
Silencio,
deja que se duerma.
Déjalo que sueñe
que el silencio es miedo,
déjalo, alma,
que sueñe y se conforme
con soñarse una corona.
Espera que estará
pronto a sus puertas
alguien más:
alistadas todas
las palabras silenciadas
creándole el mismo miedo
que soñó a los ignorados.
Silencio, alma,
que escucha el enemigo
y aún no sabe
que el pueblo no hace amigos
cuando tiene hambre.


Estaba sitiado. Poco y nada le llegaba del exterior. Apenas algún consejo inútil, la visita de algún amigo, la voz de una madre impotente. Había noches en que ni el aire tan necesario le entraba al cuerpo, se ahogaba, se apretaba en posición fetal, a veces llegaba a temblar de frío. Ya no comía, encendía un cigarrillo tras otro sin contarlos.
La extrañaba, demasiado.