"¡Qué suerte la de los números," piensan las letras, "todo el tiempo en el mundo hay alguien hablando de ellos".
Lo que no saben las letras es que los números viven celosos de ellas porque mientras a ellos los cuentan los hombres más miserables, a ellas las cuentan los poetas, los contadores de historias, los enamorados.
Nunca un enamorado dirá: "te amo 15749". Ni un poeta escribirá versos con números, ni un abuelo contará una historia de "Érase una vez un 3749..."
Pero las letras no sospechan esta enfermedad que de a poco va envenenando el alma de los números. Porque las letras cuentan verdades, y la verdad siempre es humilde aunque al mentiroso le parezca soberbia. Las letras jamás sabrán que son la envidia que un día va a matar de un disgusto a los números. Y está bien que no lo sepan, que sigan siendo siempre los ladrillos de nuestras casitas de sueños, donde después de cenar nos sentamos con la mujer que amamos a simplemente ser felices juntos.
octubre 31, 2011
El día empezó marcado por la especulación, la preocupación por qué iba a pasar con el dólar debido a las últimas medidas del gobierno. La mayoría habla de eso, y solamente de eso. Dólares por acá dólares por allá. Que no se pueden comprar, que sí pero hay que justificar la compra y no sé cuántas pavadas más.
Mientras tanto, fuera de los círculos de los Grandes Economistas (esa especie de Dioses modernos) camina por la calle un grupo de gente con los auriculares a todo volúmen, hacia la casa de algún amigo a tomar mate, de algun novio o novia.
El mundo de los Grandes Señoritos, esos animales licenciados en ciencias NO humanas, especialistas en no contar nada (al fin y al cabo, los números siempre serán esclavos de los celos que sienten por las letras, que pueden CONTAR verdades) se termina de a poco.
Un día, el Sr. Contador de Números despertará y, al asomarse a la ventana de su casa, verá la calle llena de cronopios bailando y jugando con mangueras de colores.
Se les termina el tiempo, Grandes Señoritos, ¡aprendan las letras porque los números ya no nos importan!
Mientras tanto, fuera de los círculos de los Grandes Economistas (esa especie de Dioses modernos) camina por la calle un grupo de gente con los auriculares a todo volúmen, hacia la casa de algún amigo a tomar mate, de algun novio o novia.
El mundo de los Grandes Señoritos, esos animales licenciados en ciencias NO humanas, especialistas en no contar nada (al fin y al cabo, los números siempre serán esclavos de los celos que sienten por las letras, que pueden CONTAR verdades) se termina de a poco.
Un día, el Sr. Contador de Números despertará y, al asomarse a la ventana de su casa, verá la calle llena de cronopios bailando y jugando con mangueras de colores.
Se les termina el tiempo, Grandes Señoritos, ¡aprendan las letras porque los números ya no nos importan!
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