julio 08, 2013

Cuando me defino, no me defino por lo que tal vez sea sino por lo que seguro no soy. No soy abogado, ni médico, ni ingeniero, ni guardavidas...
¿Músico? Un poco puede ser. ¿Escritor, poeta? No puedo decir que no lo sea; no con certeza.
Un viejo (muy viejo) truco para encontrar lo que algo es consiste, precisamente, en empezar por lo que no es. También funciona con uno.  
Esto pasa porque es simple empezar así. Lo que uno no es es el universo casi completo; de otra manera: el universo es todo menos uno, pero lo que uno es es algo único. 
Sabemos que el hilo se corta por lo más delgado, que la unión hace la fuerza, y todas esas frases hechas. 
Imaginemos un manojo de ramas secas, delgadas y frágiles. Imaginemos ahora que ponemos por un lado una rama sola y, por el otro, todas las demás ramas. ¿Cuál se rompería más fácil? Claramente, la pobre y solitaria rama lleva las de perder.
Esto mismo ocurriría con cada uno de nosotros si dejamos que nos aglutinen como ramas secas. Juntos es difícil que nos quiebren, es cierto y es bueno, porque nos da hasta cierta seguridad, aunque más no sea, de seguir siendo parte del todo. Pero individualmente, en lo que cada uno es, demasiado fácil quebrarnos.
Por eso es tan importante defender, en estos tiempos de amontonamientos, lo que se es. Para no quebrarse, para no dejar de ser eso único que cada uno es.
Defendamos lo que somos porque cuando hayamos perdido eso único que somos, ya no seremos más que todo aquello que no fuimos nunca.