Una vez creí que que había un mundo
que era redondo, habitado por personas.
Una noche desperté sobresaltado por una pesadilla
y entonces lo supe:
no había nada ni nadie,
todo había sido un sueño.
Durante un tiempo moré pensativo por la nada
buscando un ser o, al menos, una roca,
alguien o algo a quien contarle de ese mundo
redondo, repleto de personas que vivían sus vidas.
Con el tiempo me acostumbré a la soledad, al silencio.
Ya no ando por ahí buscando a quien contar mis historias,
me las cuento a mi mismo y, que nadie escuche,
ya no es importante, porque yo me escucho
y me asombro ante las increíbles aventuras de esa gente
y de ese mundo que una vez soñé.