diciembre 17, 2011

Borges se encontró una vez con él mismo varios años mayor. Por simple deducción sabemos que años después un hecho similar, pero inverso, ocurrió en su vida. Pero, ¿fue realmente una fantasía?
Luego de horas sentado frente a la pantalla de mi computadora, corrigiendo un cuento, decidí asomarme unos minutos al sol de la tarde. Con medio cuerpo fuera de la ventana fumaba tranquilo un cigarrillo cuando ocurrió que me vi pasar por la calle.
Con un jean gastado, una camisa suelta y zapatos náuticos, como es mi costumbre, venía caminando yo mismo dentro de veinte o veinticinco años. Se me nota saludable, tristemente calvo (lo que significa que nunca concretaré el proyectado implante capilar) y lentes diferentes a los que llevo puestos hoy pero con algo más de estilo. Por lo demás, me veía bien, con cierto aire a escritor viviendo tranquilo de su profesión que me dio algunas esperanzas.
No sé si venía a hablar conmigo y se arrepintió o si solo pasaba. Su aspecto era más bien el de alguien paseando por los viejos lugares donde habitó, algo que me gusta hacer a veces. Estuvo a punto de saludarme pero no lo hice, como si quisiera evitar un gesto que lo delatara.
Así pasé por mi ventana hace un instante. Feliz, relajado. Al llegar a la esquina dobló hacia la casa en la que vivía un amigo de la infancia y entonces ya no lo vi más.
Fue grato verme, pero ahora sé que tendré que esperar veinte años para saber por qué pasé de largo sin siquiera saludarme.