diciembre 19, 2011

Los hipocondríacos no deberían guardar el teléfono celular en el bolsillo superior de la camisa. Mucho menos en modo vibrador.
Así fue que el Ingeniero Salsburzi murió una mañana.
En invierno había adquirido la costumbre de guardar el celular en el bolsillo interior del saco, pero cuando llegó el verano el pequeño teléfono de última generación pasó al bolsillo de la camisa junto a su corazón.
La mañana del 16 de enero, el Ingeniero volvía al trabajo luego de unas relajadas vacaciones. Conducía hacia la oficina cuando un cosquilleo en el pecho, debajo de la tetilla izquierda, lo asustó de tal manera que, creyendo estar al borde de un infarto, perdió el control del auto y se estrelló de frente contra un palo de la empresa telefónica.
El impacto le quebró el cuello. Murió en el acto.
En el bolsillo de la camisa quedó, vibrando, silencioso, un teléfono celular que nadie atendería.