La gente de un pequeño pueblo aislado y perdido salió en busca de un trovador que les contara el mundo. Querían escuchar las canciones de otros países y de exóticos lugares que desconocían. El hombre al fin accedió y cantó todo su repertorio. Habló de hambre, de desiluciones, de guerras. Sus mejores y más sentidos poemas, esos versos que le habían costado sangre vivirlos. Los del pueblo sintieron vergüenza de la felicidad de ignorantes en que vivían y lo mataron sin cruz. Al menos ese gusto podrían haberle dado.
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