mayo 06, 2012


Domingo, 9 de la mañana. Escupo el primer mate del día. Desde la computadora encendida, la voz de una gallega que imagino  de ojos marrones y pelo castaño ─no sé por qué─ me informa, con voz satisfecha, que la base de datos del antivirus se ha actualizado.
Y esos primeros mates, esos de la espumita, van sacando los conejos ─que siempre son recuerdo eterno del buen Julio─ de la garganta. Serrat no hace otra cosa que pensar en ti. Yo, a veces, tampoco. Y esa tos que me entra al despertarme...
Afuera ha llovido, o llueve, todavía no lo decido, y no tengo prisa por hacerlo. El segundo cigarrillo ya no trae el ejército de muertes y pestes de ese primero fumado en la cama antes de despertar siquiera. Pero es otoño y ya empieza a quejarse el pecho a veces de que no lo cuido.
Y entre tu yo la soledad....y un manojillo de escarchas, querido Nano.
Todo se ve distinto un domingo por la mañana. Escribiendo esas primeras líneas, con los primeros mates. El gato aburriéndose a mi lado ya empieza a cabecear medio dormido.
En unos minutos el mundo empezará también a despertar dentro mio y ya no seremos los mismos ni el día, ni yo, ni estas líneas en apariencia inofensivas pero que guardan dentro, como aquel caballo en las puertas de Ilion, ejércitos apostados contra la puta vida que nos pasa por encima.
Relájese, tómese un mate. Para ser los mismos de todos los días, malgastando el tiempo en cosas que no son importantes, tenemos toda la vida.

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