agosto 31, 2011

Le tememos a la muerte porque tenemos conciencia de su fatalidad. Y en nuestra supersticiosa lucha colgamos en la pared un reloj y un crucifijo. Pronto estaremos usando ajo para protegernos de los vampiros. O no, tal vez nos dejemos atrapar para que nos hagan inmortales. Y permanecer, en el infierno, si es necesario. Porque también el infierno es garantía de inmortalidad. ¿Acaso no se nos prometió arder allí por toda la eternidad? No importa el precio, queremos salvarnos. De la muerte, de la extinción, del olvido. Ser y seguir siendo, nunca dejar de ser. ¡Pobres chiquilines fingiendo ser adultos!...Un día vendrá la muerte y nos llevará, a todos. Y todos moriremos con un nombre en la boca: ese nombre que pudo habernos hecho inmortales.

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