Tríptico surrealista
I. Clases de personas
Hay dos clases de personas. O tres, o cuatro. Cinco tal vez. Juraría que son seis. Y agregaría después una séptima clase de personas. Porque cuando se es persona se es una clase de personas en uno mismo, no hay otro ni otra que sea igual.
Claro, que para mucha gente esto resulta incómodo porque prefieren ser de esa clase de personas que es la mayoría, esa que uno es ninguno, que uno es todos los demás, igualito al otro, o muy parecido.
Esas personas no son personas, son almas quietas, quietas como fotografías de una pantalla de televisión o una captura de pantalla de una computadora.
Las verdaderas personas son como fotos que salen movidas todo el tiempo, hasta cuando duermen ─o intentan dormir─ porque se sabe que las verdaderas personas suelen tener problemas de insomnio.
II. Insomnio
La medicina no puede curarlo: tener problemas para conciliar el sueño no es algo biológico, todos los saben. El verdadero problema es que uno se mete a la cama con todos los libros que ha leído en su vida, y todos los que quisiera leer, y todos los que sabe que nunca conseguirá leer. Uno se acuesta con esa paloma tan blanca que vió en el cielo a las seis y media de la tarde mientras iba a comprar el pan, con todos los ojos claros que se cruzó en la calle y con la pregunta de cómo esos ojitos marrones, tan humildes y tan poco de película, se le clavaron en la frente. Uno se acuesta con todas las mariposas que encontró durante el día. Se lleva a la cama cada palabra de cariño, de odio, de indiferencia que recibió en el día.
No es que uno se acuesta y ya le empiezan a salir jugos de alguna hormona y eso impide conciliar el sueño. No, no es tan aburrido el temita del insomnio. Una vez me mantuvo despierto un poema tan lindo que supe que nunca iba a poder escribirlo. Y no pude, obviamente.
No poder dormir es parte de ser alguien, de ser exitoso en la vida. Los que duermen bien, los que apoyan la cabeza en la almohada y se duermen son gente que fracasó, que no ha logrado nunca quedarse con algo metido en la cabeza. Ni siquiera un beso se han podido guardar esos miserables que duermen tan parejito y profundo toda la noche como si el amor fuera una empresa que cotiza en bolsa.
A veces ─sobre todo de noche, cuando no puedo dormir─ los envidio.
III. Remedio contra el insomnio
Haga el amor tres o cuatro veces con la persona amada antes de intentar dormir. Puede empezar en la cocina, al terminar de lavar los platos, y luego completar la tarea en la cama, como para darle al inconsciente un contexto apropiado para ir preparándose para dormir.
No repita posiciones, eso sí, o se dormirá antes. Sea innvoador ─vamos, que la imaginación es gratuita y su pareja se lo agradecerá─, póngase creativo, juguetón, inquieto, un poquito animal si gusta.
Para cuando haya completado la faena el sueño lo vencerá y dormirá mejor que nunca.
En caso de tener algún impedimento físico o moral ─estos últimos le recomiendo que vaya abandonándolos antes que su pareja lo abandone a usted─, solo abrace a esa persona y cierre los ojos con fuerza. Podría funcionar también.
Si no tiene a su persona amada cerca, ni se moleste, usted está más condenado de lo que podría imaginar. Su caso es grave y, seguramente, no tenga solución.
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