abril 08, 2013


Un bote de madera algo podrida atado junto al muelle. Debería moverse suavemente con el agua, pero el lago está congelado. Un paisaje clásico con montañas con bosques cubiertos de nieve en las laderas.  El cuadro de un lago con marco de pedregal frío. En lo poco que queda para el cielo, un gris que muchos definirían como depresivo.
Un escenario más que conocido, accesible a la imaginación de cualquiera.
Agregamos la cabaña, la máquina de escribir, el aroma de un café recién preparado. Todo esto convenientemente cerca de una ventana.
El escritor: desalineado, con su barba descuidada de varios días, un par de lentes viejos, un saco con botones desprendido sobre su desgastada camisa preferida.
De a ratos la intuición ─suficientemente escasa para llamarla inspiración─ le hace un ruido que le despierta algo que se le agita dentro, se revuelve y se vuelve a dormir.
Tiene ante si una metáfora completa: un objeto privado de su naturaleza móvil.
Así como el teclado del piano esconde las notas necesarias para una canción, también el teclado de su máquina de escribir esconde, como un jeroglífico, lo que está sacudiéndose en su cabeza.
El cuadro completo es un crucigrama que se resuelve encontrando la combinación exacta de las teclas.

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