Sin el valor para tomar una resolución definitiva decidió echar a suerte su propia suerte: todas las noches, antes de irse a dormir, tiraba una moneda al aire: si resultaba "cara" se acostaría, dormiría y al día siguiente iría a trabajar; si salía "seca" se suicidaría.
Repitió este ritual cada noche y sin hacer nunca trampa hasta que, de un infarto a los 65 años, murió sintiéndose un hombre sin suerte.
Hay suertes a las que la vida les desaparece y ¡así no se puede suertear!
ResponderEliminarHay veces que ni la suerte aguanta! Bienvenido!
ResponderEliminarMe parece una gran idea, narrada, además con mucho gusto en la primera parte. Sin embargo, a partir de "No sé", creo que podrías desarrollarla mejor, incluso jugar más con las dos personas y los verbos. Ese final me parece que contiene el germen de algo más grande. Una simple sugerencia. Un abrazo, Sebastián.
ResponderEliminarAntonio(Antonomásico)
Disculpa, Sebastián, soy un torpe. Mi comentario anterior se refería, por supuesto, al texto que arranca con la referencia al cuento de Borges. me equivoqué al colocarlo aquí.
ResponderEliminarAntonio
Si, es cierto que a partir de ese párrafo pude haberme extendido más. De todas maneras, la referencia inicial a Borges no es casual.En realidad, la idea original (como con casi toda su obra) no era del mismo Borges. La historia de el encuentro de uno con uno mismo la sacó él de otros autores. Algo que luego hicimos muchos argentinos con Borges, recuerdo un cuento de Alejandro Dolina donde reelabora otra vez esta historia desde un enfoque mucho más cómico (creo que el personaje más jóven se asusta y huye despavorido, en ambas ocasiones como es lógico). La referencia a Borges tenía más que ver con un concepto de él que hace referencia a lo que después otros llamaron economía lingüística: a decir lo justo y necesario para no evitar grandes divagaciones. Sospecho, porque a mi me pasa esto, que Borges solía arruinar sus historias cuando se explayaba demasiado y por eso inventó este concepto (de hecho, jamás escribió más que cuentos y poemas de no más de una carilla o poco más).
ResponderEliminarLa idea era dejar todo ahí, ya en las versiones anteriores los personajes hablan pero no me sentí capaz de inventar un diálogo que no fuera un repetición de los demás.
Y con lo de los verbos y el juego que se crea a partir del uso de las personas me enredé bastante al final de ese parrafo en cuestión.
Cierto que el final es escaso, algo amarrete. También que el cuento me "ocurrió" tal como lo conté. Claro que podríamos discutir si el hombre que pasó era realmente yo (lo sabré dentro de algunos años), pero verdaderamente ocurrió lo que está contado ahí.