octubre 31, 2011

"¡Qué suerte la de los números," piensan las letras, "todo el tiempo en el mundo hay alguien hablando de ellos".
Lo que no saben las letras es que los números viven celosos de ellas porque mientras a ellos los cuentan los hombres más miserables, a ellas las cuentan los poetas, los contadores de historias, los enamorados.
Nunca un enamorado dirá: "te amo 15749". Ni un poeta escribirá versos con números, ni un abuelo contará una historia  de "Érase una vez un 3749..."
Pero las letras no sospechan esta enfermedad que de a poco va envenenando el alma de los números. Porque las letras cuentan verdades, y la verdad siempre es humilde aunque al mentiroso le parezca soberbia. Las letras jamás sabrán que son la envidia que un día va a matar de un disgusto a los números. Y está bien que no lo sepan, que sigan siendo siempre los ladrillos de nuestras casitas de sueños, donde después de cenar nos sentamos con la mujer que amamos a simplemente ser felices juntos.
El día empezó marcado por la especulación, la preocupación por qué iba a pasar con el dólar debido a las últimas medidas del gobierno. La mayoría habla de eso, y solamente de eso. Dólares por acá dólares por allá. Que no se pueden comprar, que sí pero hay que justificar la compra y no sé cuántas pavadas más.
Mientras tanto, fuera de los círculos de los Grandes Economistas (esa especie de Dioses modernos) camina por la calle un grupo de gente con los auriculares a todo volúmen, hacia la casa de algún amigo a tomar mate, de algun novio o novia.
El mundo de los Grandes Señoritos, esos animales licenciados en ciencias NO humanas, especialistas en no contar nada (al fin y al cabo, los números siempre serán esclavos de los celos que sienten por las letras, que pueden CONTAR verdades) se termina de a poco.
Un día, el Sr. Contador de Números despertará y, al asomarse a la ventana de su casa, verá la calle llena de cronopios bailando y jugando con mangueras de colores.
Se les termina el tiempo, Grandes Señoritos, ¡aprendan las letras porque los números ya no nos importan!

octubre 25, 2011

El arte es de los artistas. NADIE tiene derecho a ganar con el trabajo ajeno. Es necesaria una nueva Ley de Propiedad intelectual que ponga las cosas en su lugar: a los artistas en el escenario y a los grandes ladrones-editores en la cárcel.
Basta de decirnos que le robamos a los músicos por descargar su música. Los que roban son los editores discográficos.
Jamás falté el respeto a un artista ni le robé nada. No me enriquecí nunca con un CD descargado de Internet. Cada canción que he bajado está guardada dentro del corazón como un tesoro. Y siempre que pude, compré el CD original.
Mientras no entendamos que los responsables de las grandes compañías discográficas tienen que estar presos esto no va a cambiar jamás: piratería es robar, enriquecerse con bienes ajenos. Ellos son los que lo hacen, no nosotros.
Mientras nosotros difundimos y disfrutamos a los artistas ellos mantienen su propio negocio bien asegurado, impidiendo el acceso a los circuitos de distribución a los músicos que no les generan ganancias a ellos y obligándonos a soportar mediocres que no valen un solo CD editado.
EL ARTE JAMÁS DEBE MEDIRSE POR LAS REGALÍAS QUE DEJA A UN EMPRESARIO. Medir el arte por las ganancias que deja es un delito mucho peor que descargar ese disco que tanto disfrutamos y admiramos.
TODO ARTISTA TIENE EL DERECHO A SER ESCUCHADO, VISTO O LEÍDO. Ese el el único derecho de propiedad intelectual. Lo demás es negocio, y no tiene nada que ver con el arte. Y el Estado, por medio de Leyes correctas, tiene la obligación de garantizar este derecho y penalizar a TODO aquel que, sin ser el artista y dueño de una obra, obtenga ganancias con ella. Tanto al que vende un CD descargado gratuitamente de Internet, como a al que lo vende a cambio de porcentajes inmorales.
Warner Music Group, EMI, Sony Music Entertainment, Universal Music Group y otras, TAMBIÉN SON PIRATERÍA.
Ya una Ley que limite el valor agregado sobre los costos REALES de las obras de arte; que distribuya las ganancias de la venta en favor del artista y no del editor; que permita la distribución libre de todo contenido cultural de forma controlada; que asegure la NO caducidad de los derechos comerciales para el autor (actualmente, por la reedición de una obra editada más de 30 años atrás no debe pagarse regalías al autor).

Quiero arte, necesito arte. Me sobran mercaderes. Basta de intermediarios y explotadores. Que cada parte gane lo que es justo por su trabajo.